El aire enrarecido de las alturas y el temporal me impedían salir de la tienda que estaba al abrigo de una pared rocosa.
No podía saber si los excursionistas primerizos a los que guiaba continuaban ahí.
Por el dinero y su astucia accedí a que ascendamos por la cresta norte de la bestia negra.
Mi tienda era bipersonal y en estas conquistas invernales de cimas imposibles no estabas.
Sólo me restaba ser valiente
y esta absoluta soledad.
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