Para cazar osos debería saber el calibre y qué tipo de arma usar para matarlo, si la distancia con la que disparo es importante, y sobre todo recordar tener el viento en mi cara cuando lo esté acechando.
Lo haría con un rifle que tenga madera y que sea delicado, que este a la altura de los reyes del ártico. Si voy a hacerlo desaparecer, que sea con estilo, que sepa que le duele con gracia.
Me gustaría hacerlo en Canadá, en  bosques nevados, donde el equipo se trasladaría en trineos tirados por perros y nos conduciría un nativo experimentado al que apenas comprenderíamos. Sabríamos que es el único capaz de mantenernos con vida.
Llevaría una campera con capucha y piel, dos o tres pares de guantes, esos anteojos herméticos que evitan el paso de la nieve y el viento.
Mejor aún me compraría un traje esquimal tradicional.
Mi bandera sería roja y blanca, y tatuaría en mi pecho una hoja de arce con las garras del oso al que cazaría.

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