Siempre me sentaba en la misma butaca, mis creencias me impedían que así no fuera.
Leía atentamente cada nombre en la lista y analizaba tiempo, millas, stud, jockeys, familia, todo lo que debía tener en cuenta para una buena apuesta.

caprichosa, gran campeón, príncipe valiente, tornado, el galáctico...

Siempre hay favoritos, pero no me dejaba tentar por eso, debía ser calculador, inflexible y recordar, el derby de kentucky era mi meta.

Debía llegar y apostar a un cuarto de milla pura sangre y hacerme millonario.

Compraría un Potrillo descendiente de caballos salvajes del monte Cincar al que llamaría tormenta de nieve,  con el trote más veloz del mundo y reconocido por su coraje y difícil temperamento.
Nos mudaríamos al bosque donde nieva la mayor parte del año y el fuerte viento le recordará su origen,  su pelaje se volverá gris y nos recordarán como inseparables.

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